sábado, 22 de marzo de 2014

EL AMOR


Hay que resaltar que el amor tiene que “salir del pensamiento”: de la idea ilusoria de que uno es bueno porque no mata, ni roba ni violenta a nadie; o del espejismo de que se es suficientemente bueno porque se realiza un cierto número de tareas a favor de los parientes, amigos y conocidos (que nos pueden pagar con la misma moneda). La autenticidad del amor pide llegar a todos –comenzando lógicamente por los que están más cerca–; no excluir a nadie, ni siquiera a los enemigos. Se dice que el mayor desamor es la indiferencia. “No pases indiferente ante el dolor ajeno. Esa persona, un pariente, un amigo, un colega…, ése que no conoces es tu hermano").  La autenticidad cristiana es realmente exigente. No basta “estar seguro” o “convencido” de que el amor es importante, sino que hay que servir realmente a los demás, y preferentemente a los más pobres y desfavorecidos. Lo demás no es coherencia, no es autenticidad. Al menos no es la autenticidad del Evangelio, porque esa, y no otra, es la “lógica” cristiana: dar gratis y dar primero, dar sin esperar recompensa ni agradecimientos. “Dar hasta que duela”, según Teresa de Calculta.

Pastoral de Liturgia

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