jueves, 20 de febrero de 2014

Acercarse al sacramento de la Penitencia para recibir el abrazo de la infinita misericordia del Padre, invitación del Papa Francisco durante la audiencia general


Papa Francisco

(RV) El Santo Padre Francisco volvió a encontrarse con miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro para la audiencia semanal. La catequesis de este miércoles estuvo centrada en el sacramento de la Reconciliación “auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar”. El Obispo de Roma nos recordó que el perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino don del Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre. “La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial”. “No basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que representa a Dios y a la Iglesia”, puntualizó el Papa, quien invitó a todos a acercarse al sacramento de la Penitencia y recibir así el abrazo de la infinita misericordia del Padre, “que está siempre dispuesto a acogernos.” (RC-RV) 

Resumen de su catequesis y saludo del Papa en nuestro idioma:
Queridos hermanos y hermanas: La catequesis de hoy está centrada en el sacramento de la Reconciliación. Este sacramento brota directamente del Misterio Pascual. Jesús Resucitado se apareció a sus apóstoles y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados». Así pues, el perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino es un regalo, un don del Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre.

La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo, que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón, en Jesucristo. Por eso, no basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que es nuestro hermano, que representa a Dios y a la Iglesia. Nos puede hacer bien hoy, pensar, a cada uno, cuánto tiempo hace que no me confieso. Cada uno responda. Le puede hacer bien. 
 
El ministerio de la Reconciliación es un auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar, por pereza o por vergüenza, pero sobre todo por haber perdido el sentido del pecado, que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios. Cuando nos dejamos reconciliar por Jesús, encontramos una paz verdadera.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Curso Internacional de Animación Misionera, así como a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a acercarse con frecuencia al sacramento de la Penitencia, a confesarse y recibir así el abrazo de la infinita misericordia del Padre, que nos está esperando para darnos un fuerte abrazo. Gracias. 

Texto completo de la catequesis del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días! A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, esta vida, nosotros la llevamos “en vasos de barro” (2 Cor 4,7), estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por esto, el Señor Jesús, ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia sus propios miembros, en particular, con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden estar unidos bajo el nombre de “Sacramentos de sanación”. El sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (Mc 2,1-12 / Mt 9,1-8; Lc 5,17-26).
 
1- El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación – nosotros lo llamamos también de la Confesión - brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y luego de haberles dirigido el saludo “¡Paz a ustedes!”, sopló sobre ellos y les dijo: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen” (Jn. 20,21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: “Yo me perdono los pecados”; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y ésto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él! 

2- En el tiempo, la celebración de este Sacramento ha pasado de una forma pública – porque al inicio se hacía públicamente – ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Pero esto no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad cristiana el lugar en el cual se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una sola cosa, en Cristo Jesús. He aquí por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Alguno puede decir: “Yo me confieso solamente con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “Perdóname”, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote. “Pero, padre, ¡me da vergüenza!”. También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza. Porque cuando una persona no tiene vergüenza, en mi País decimos que es un ‘senza vergogna’ un ‘sinvergüenza’. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decirle al sacerdote estas cosas, que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse siente todas estas cosas – también la vergüenza – pero luego, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco, feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión. 

Quisiera preguntarles, pero no respondan en voz alta ¿eh?, cada uno se responda en su corazón: ¿cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión. 

Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo. Tanta culpa había en su corazón, y tanta vergüenza. Y la sorpresa fue que cuando comenzó a hablar y a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: ¡lo abrazó, lo besó e hizo una fiesta! Y yo les digo, ¿eh? ¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta! Vayamos adelante por este camino. Que el Señor los bendiga.

Llamado por Ucrania
Con ánimo preocupado sigo todo lo que en estos días está sucediendo en Kiev.
Aseguro mi cercanía al pueblo ucranio y rezo por las víctimas de las violencias, por sus familiares y por los heridos. Invito a todas las partes a cesar todo tipo de violencia y a buscar la concordia y la paz en el País.

(Traducción del italiano: Cecilia Mutual, RV)
FUENTE: http://www.news.va/es/news/acercarse-al-sacramento-de-la-penitencia-para-reci

lunes, 17 de febrero de 2014

Mons. Saúl Figueroa y Jóvenes de la Diócesis celebraron Jornada Nacional de la Juventud con caminata



Créditos: Roger Ugarte
Fotos: Ana Avendaño y Robinson Leal

Parroquia Fàtima presente en la jornada del 15 02 2014

En el marco de la celebración de la jornada nacional de la juventud, la pastoral juvenil de la diócesis de Puerto Cabello y Mora en compañía de su Obispo Monseñor Saúl Figueroa Albornoz realizó caminata en la ciudad cordial, que partió desde el estadio Independencia hasta el fortín Solano.

“Es una actividad que se celebra desde hace muchos años, alrededor del 12 de febrero, este año tiene la característica de ser un año jubilar, por ser los doscientos años de la Batalla de la Victoria” nos mencionó el obispo de la ciudad.
Obispo de Puerto Cabello Mons. Saúl Figueroa se dirige a los jóvenes
Monseñor Saul Figueroa da inicio a la Caminata
 Mons. Saúl Figueroa aprovechó la oportunidad para hacerles un llamado a los jóvenes a que no sigan viviendo en la ambigüedad y el desorden, que por el contrario se vacunen contra el odio y se decidan por el amor “como juventud tenemos que elegir, no podemos estar con ambigüedades, decidamos por el amor” acotó monseñor.

La actividad juvenil contó con la participación de cientos de jóvenes provenientes de distintas parroquias de la diócesis de Puerto Cabello y Mora, quienes entre cantos y alabanzas caminaron con mucha alegría, dando pues testimonio de un Dios que es amigo de los jóvenes.
Padre Wolfang Ramírez organizador del encuentro con grupo de asistentes


Por otra parte el Padre Wolfang coordinador diocesano de la Pastoral Juvenil dejó claro el fin de dicha actividad, que no es más que el acercamiento de los jóvenes a Cristo “esta actividad tiene como principal fin acercar a los jóvenes mas a Jesucristo. Ya el Papa nos dice joven sal a la calle a evangelizar a compartir tu fe, a ser callejero de la fe”… “por eso hemos subido hoy aquí, a través de una caminata, testimoniando el día de la juventud, el jubileo de los jóvenes”  indicó el padre Wolfang organizador de dicha actividad, quien además dijo sentirse contento por la receptividad de los jóvenes de la diócesis.
Jesùs Daniel López de la parroquia Sto Cristo de la Salud (Borburata)

Para finalizar el joven Jesús Daniel López perteneciente a la parroquia del Santo Cristo de la Salud, hizo un llamado a todos los jóvenes de la ciudad a evangelizar y proclamar la fe “tenemos que ir a las periferias a los barrios, a las plazas a las escuelas donde lamentablemente el evangelio no ha llegado en plenitud”

“Sin la paciencia no se crece”, el Papa este lunes en Santa Marta


Papa Francisco


.- “La paciencia no es resignación, es otra cosa”: el Papa comentó la carta de Santiago donde está escrito: “alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas”. “Parece una invitación a volverse faquir” – observó – pero no es así. La paciencia, soportar las pruebas, “las cosas que nosotros no queremos”, hace “madurar nuestra vida. Quien no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo de prisa. Quien no conoce esta sabiduría de la paciencia – subrayó el Santo Padre - es una persona caprichosa, como los niños que son caprichosos” y ninguna cosa les está bien. “La persona que no tiene paciencia – explicó - es una persona que no crece, que se queda en los caprichos del niño, que no sabe tomar la vida como viene: o esto o nada. Ésta es una de las tentaciones: volverse caprichosos”. “Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia – afirmó el Pontífice - es la omnipotencia” de querer de inmediato una cosa, como sucedió a los fariseos que piden a Jesús un signo del cielo: “querían un espectáculo, un milagro”:

“Confunden el modo de actuar de Dios con el modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa como un brujo, Dios tiene su modo de ir adelante. La paciencia de Dios. También Él tiene paciencia. Cada vez que nos dirigimos al sacramento de la reconciliación, ¡cantamos un himno a la paciencia de Dios! Con cuánta paciencia el Señor nos lleva sobre su espalda, ¡con cuánta paciencia! La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta música de la paciencia, porque es precisamente la música de nuestros padres, del pueblo de Dios, de aquellos que han creído en la Palabra de Dios, que han seguido el mandamiento que el Señor había dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina delante de mí y se irreprensible’”.

El pueblo de Dios – constató el Obispo de Roma citando la Carta a los Hebreos – “ha sufrido tanto, han sido perseguidos, asesinados”, pero tuvo “la alegría de saludar desde lejos las promesas” de Dios. “Ésta es la paciencia” que “nosotros debemos tener en las pruebas: la paciencia de una persona adulta, la paciencia de Dios” que nos lleva sobre la espalda. Y ésta – prosiguió - es “la paciencia de nuestro pueblo”:  
“¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy! Cuando vamos a las parroquias y encontramos a aquellas personas que sufren, que tienen problemas, que tienen un hijo minusválido o tienen una enfermedad, pero llevan adelante la vida con paciencia. No piden signos, como aquellos del Evangelio, que pretendían una señal. Decían: ‘¡Danos un signo!’. No, no piden, pero saben leer los signos de los tiempos: saben que cuando el higo florece, llega la primavera; saben distinguir aquello. En cambio, estos impacientes del Evangelio de hoy, que querían una señal, no sabían leer los signos de los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús”. 

Francisco finalizó su homilía alabando a la “gente de nuestro pueblo, gente que sufre, que sufre tantas, tantas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la fe”:
“Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras parroquias, en nuestras instituciones - tanta gente – es aquella que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad, de todos los días, de cada día. ‘Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.’ (Sant 1, 2-4). Que el Señor nos dé a todos nosotros la paciencia, la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la paz, nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene, y nos de la paciencia de nuestro pueblo fiel, que es tan ejemplar”. (RC-RV)
FUENTE: http://www.news.va/es/news/sin-la-paciencia-no-se-crece-el-papa-este-lunes-en

jueves, 13 de febrero de 2014

El Papa exhorta a los obispos de Bulgaria a emprender el camino misionero de Iglesia en una sociedad marcada por el vacío de los años de régimen ateo



Papa Francisco
Al término de la visita ad limina apostolorum de los obispos de Bulgaria, el Papa Francisco les dirigió esta mañana un discurso dándoles las gracias y destacando la iniciativa coral que las distintas comunidades católicas del país están demostrando en los últimos tiempos. Un despertar y una vitalidad tanto de las comunidades pertenecientes a la Iglesia latina como a la iglesia greco-católica. Aún siendo, en términos numéricos, una minoría en el país, el Papa observó que “llevan adelante su misión de testimonio y compromiso de los valores morales naturales, y del Evangelio de Cristo, en una sociedad marcada por muchos vacíos espirituales que dejó el anterior régimen ateo o recepción acrítica de modelos culturales de un materialismo práctico”. 

El Santo Padre exhortó a los prelados búlgaros “a caminar con confianza por este camino, tratando de poner en práctica también en su país aquella transformación misionera que la Iglesia está llamada a realizar en el mundo. Esto requiere una conversión espiritual y pastoral, que parte de la constatación de que, en virtud del bautismo, todos somos discípulos misioneros, enviados por el Señor a predicar el Evangelio con alegría y espíritu, dando valor también al precioso tesoro de la piedad popular”. 

Este renovado compromiso misionero subrayó Francisco también tiene una dimensión social, que tiene como punto de referencia la doctrina social de la Iglesia y cuyas prioridades son la inclusión social de los pobres y el compromiso con el bien común y la paz social. 

Y el Pontífice resaltó que es muy significativo a este respecto que las instituciones civiles reconozcan hoy el papel de la Santa Sede como una autoridad espiritual y moral en el seno de la comunidad internacional y valoren de una manera positiva la presencia de la Iglesia católica en el contexto de la nación búlgara contribuyendo en el servicio y el bien común del país.

“Que los numerosos testimonios de valiente fidelidad a Cristo y a la Iglesia en períodos dramáticos y el camino recorrido en estas dos décadas de recuperada libertad -terminó diciendo el Papa Francisco al episcopado de Bulgaria- les llenen de gratitud al Señor y les inspiren confianza en su acción providencial en la historia".  Al mismo tiempo el Papa instó a los obispos a un compromiso renovado y unido a la formación de los fieles, para promover una adecuada catequesis, así como una atención especial hacia la pastoral juvenil y vocacional, y la fraternidad sacerdotal, para que se favorezcan las condiciones para la maduración de la fe y para una generosa apertura a un horizonte misionero.


Fuente: http://www.news.va/es