martes, 27 de octubre de 2009

La Teología y sus Fuentes

La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (FR 1).


KIERKEGAARD: decía un teólogo es el que enseña porque otro ha muerto crucificado.

Más allá de la amarga ironía y de la polémica que caracteriza esta expresión, ésta no deja de instruirnos sobre el fundamento mismo de la teología ofreciéndonos una valida contribución tratando de responder a la pregunta relativa de su naturaleza y a sus características fundamentales.

Tal fundamento de hecho está caracterizado en primer lugar por el Evento Cristo y este evento significa:

ENCARNACIÓN – VIDA – PASIÓN – MUERTE
RESURRECCIÓN -ASCENCIÓN


Este Evento Cristo fundamentalmente cuestiona al hombre y exige una respuesta radical en la cual él resulta profundamente incorporado. De esta manera es el acto de fe con el cual el hombre se abandona totalmente y libre a Dios. Vemos a un Dios que se revela (cfr. DV 1).

De esta manera podemos confirmar que subordinadamente al Evento Cristo que la teología cristiana parte del acto del hombre, que se adhiere con todo su ser a Dios, que se dona a Cristo. La totalidad de este don exige también una respuesta total e incondicional.

La radicalidad cristiana no admite medias tintas ni ofrece descuentos, el seguimiento a Cristo o es radical o no lo es.

LA TEOLOGÍA COMO CIENCIA

La aventura teológica comporta riesgos y al mismo tiempo exige respeto con una serie de reglas en el ejercicio de un estudio no siempre gratificante y emocionante. Muchas veces exigentes y pocas veces remunerativo.

En un cierto sentido la teología asume como propio los conocidos consejos evangélicos: POBREZA - CASTIDAD – OBEDIENCIA. Es pobre y eso la hace rica al mismo tiempo, es casta porque se dona y es obediente por ser libre.


FUENTES DE LA TEOLOGÍA

ESCRITURA: es la Palabra de Dios y ocupa en la Iglesia un lugar especial de preeminencia y veneración. Contiene el mensaje divino de la salvación que bajo la inspiración del Espíritu Santo que habló mediante los profetas fue redacta por escritores sagrados.

La Biblia es el alma de la teología, es el centro de la actividad del teólogo y su punto de partida. Una verdadera teología sin adecuados fundamentos bíblicos resultaría inviable (cfr. DV 24).

TRADICIÓN: el ser humano es un ser de tradición (todos nosotros estamos arraigados a una tradición) recibimos tradición y trasmitimos tradición.

La tradición es un elemento importante de la cultura humana. Todas las culturas tienen su tradición: por eso la tradición es memoria y capacidad de conservar el pasado, es una suma de esfuerzo de grupos humanos de transmitir.

El individuo no parte de cero, se apega en las experiencias de la comunidad, es inseparable la tradición del ser humano.

La tradición en la Iglesia: la tradición cristiana presenta algunos aspectos propios de la tradición. En general la tradición cristiana no es simplemente la corriente religiosa de un fenómeno cultural religioso. La tradición cristiana se fundamenta en Dios que se ha revelado en la historia.

Podríamos definir la tradición como el conjunto de contenidos doctrinales y espirituales que proceden directamente de Jesús y de los apóstoles, se refleja en las escrituras y se conservan y se desarrollan históricamente en el seno de la Iglesia (cfr. DV 8).

MAGISTERIO: es la expresión con que la Iglesia Católica se refiere a la función o autoridad de enseñar que tiene el Papa (magisterio pontificio) y los obispos que están en comunión con él.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, ha sido encomendada sólo al magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.

Dentro del Magisterio Eclesiástico se distinguen el Magisterio Solemne (o extraordinario) y el Magisterio Ordinario. Según la doctrina católica, el primero es infalible (no puede contener errores) e incluye las enseñanzas infalibles de los Papas y de los Concilio y el llamado Magisterio Ordinario Universal.

Lo contenido en el Magisterio Sagrado es irrevocable, es decir, no puede contradecirse ni aún por el Papa o los Concilios, quedando fijado para siempre.

El magisterio Ordinario consiste en las enseñanzas no infalibles de los Papas y los concilios, las de los obispos y las conferencias episcopales, y aunque el fiel católico debe creerlo y proclamarlo cabe que decisiones ulteriores del magisterio alteren o contradigan su contenido anterior.

Dice el Código de Derecho Canónico: se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendada a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la comunión adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria (canon 750).

La obligación del fiel católico es creer y defender activamente todo lo que enseña el Magisterio Eclesiástico Sagrado, «con la plenitud de su fe», y también lo que enseña el Magisterio Ordinario, pero con un grado menor.


LA TEOLOGÍA Y SU OBJETO

Lo anterior es lo que quiere sintetizar San Anselmo cuando nos da una precisa y breve definición de teología: fides querens intellectum. Se trata de una contemplación de la fe, con un elemento dinámico de búsqueda de sentido: el trabajo científico y racional puesto a su servicio. Por consiguiente la teología parte de la fe -que es y será siempre un don gratuito de Dios y no la conclusión de un estudio profundo o de una investigación científica para demostrar una verdad- con miras a buscar su desarrollo y crecimiento, para hacer hasta cierta medida comprensible al ser humano la revelación de la salvación, la cual es el origen constitutivo de la teología y fuente de sus contenidos teológicos, como también fundamento de sus certezas.

El objeto de la teología en general es la vida y la doctrina de fe de la Iglesia en su referencia a la revelación de Dios uno y trino; y la pregunta que se plantea es la siguiente: ¿qué significa, cómo puede interpretarse y hacerse comprensible la doctrina de la revelación de Dios en Cristo atestiguada por la fe y la predicación de la Iglesia?(1) Desde este punto de vista, sin embargo, es necesario tener siempre presente que Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, constituye la automanifestación de Dios y la revelación plena e insuperable de la verdad última del hombre y de la historia y, por lo tanto, viene a ser la clave de interpretación para comprender el sentido último del hombre y de la realidad(2). Sintetizando todos estos elementos podemos afirmar que el objeto de la teología es: Dios, nuestra salvación, tal como se ha manifestado en y por Jesucristo, proclamado y vivido en la fe de la Iglesia(3).

La teología pretende en fin de cuentas humanizar el acto de fe, mostrando cómo la vida del creyente no es ajena a los problemas que agobian al mundo, sino que, por el contrario, trata de responder a los anhelos y angustias del hombre. Por esta misma razón su elaboración exige una gran seriedad y estar permanentemente abierta a una pluralidad de formas de expresión(4), para que se adapte y responda a cada época y a cada cultura, pero manteniendo la unidad de la fe que, como hemos dicho, constituye el núcleo central que pretende explicitar y hacer comprensible.


SUJETO DE LA TEOLOGÍA

Ahora bien, quien pregunta es la misma comunidad eclesial, de tal manera que ella constituye el sujeto propio de la teología. En efecto, es en la Iglesia donde se escucha y se recibe la Palabra de Dios y el teólogo, por consiguiente, es un creyente, miembro de esa comunidad, que pone al servicio de ella su reflexión y su trabajo de investigación. La teología tiene entonces un profundo sentido eclesial, en cuanto que busca el crecimiento de la fe y el desarrollo del testimonio de la caridad.

La Iglesia en realidad ha sido consciente de que ella es el sujeto propio de la fe, y por esta razón la comunidad eclesial es el “yo” del credo(5), de tal manera que el cristiano no cree aisladamente en Jesucristo, sino que cree junto con toda la Iglesia. Sólo la Iglesia nos conduce, por la fuerza del Espíritu Santo, al único Cristo de ayer, hoy y siempre y nos introduce en la comunidad de todos los que han creído en él.

(1) Cf. Pozzo G., “Método. Teología sistemática” en: aa.vv., Diccionario de Teología Fundamental, 913.
(2) Nos dice el Vaticano II: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. [...] todas las verdades encuentran en Cristo su fuente y su corona. [...] Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba!, ¡Padre!” Constitución Pastoral gaudium et spes, 22.
(3) Ruiz O., Jesús, Epifanía del amor del Padre, 29.
(4) Cf. Documento de Puebla 376.
(5) Cf. Ratzinger J., “Las dimensiones del problema” en Comisión Teológica Internacional El pluralismo teológico 35-36.

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