sábado, 17 de octubre de 2009

MINISTERIO DE LA PALABRA

EL LECTOR.
Existe el ministerio instituido del lector, al igual que el del acólito. Este ministerio requiere la designación nominal de parte del Obispo diocesano mediante un decreto canónico y el rito previsto en el Pontifical Romano.
Generalmente, se confía este servicio a algunos fieles por algún tiempo sin establecerlo en forma permanente por medio de la institución.
“La asamblea litúrgica necesita lectores, aunque no estén instituidos para esta función. Hay que procurar, que por tanto, que haya algunos laicos, los más idóneos, que estén preparados para ejercer este ministerios” (OLM 52).
Un requisito básico para que un laico pueda ejercer esta función es que “sea idóneo”, es decir, que tenga capacidad, no solo de “leer” inteligentemente, sino de “proclamar”, o sea, de “comunicar” la Palabra de Dios a sus hermanos. No todos tienen ese don.
Puede ser un lector, un hombre, una mujer, un joven, y también niños con tal que sepan proclamar bien, y únicamente textos de fácil comprensión, al alcance de ellos (por ejemplo, relato de la vocación d Samuel).
Cada parroquia o comunidad debería tener un grupo de lectores bien formados, y que hayan preparado la lectura del texto bíblico. Nunca se debe improvisar y llamar a último momento a cualquier persona para que suba al ambón sin haber leído previamente el texto. En caso de que no haya ningún lector preparado, es preferible que el sacerdote mismo proclame la Palabra.

El rol del lector
El lector proclama las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el Evangelio, (debe ser un ministro ordenado). Puede también leer las intenciones de la Oración Universal, y si no hay salmista, proclamar el salmo reponsorial. (Pero es preferible que lo proclame un salmista). (IGMR 66)
El lector, aunque sea laico, tiene una función propia en la celebración eucarística, y debe ejercerla aunque haya ministros de orden superior.
Lecturas bíblicas y oración universal se proclaman desde el ambón.
Además:

  • Los lectores cuidarán su presentación y evitarán el uso de ropas deportivas u otras que desdigan de la nobleza de su oficio.
  • No leerán en hojas sueltas, sino en libros realmente “dignos, decorosos y bellos” (OLM 35).
  • Prepararán previamente las lecturas para comprender bien los textos y evitar equivocaciones. Las proclamarán en voz alta y clara, y con conocimiento de lo que leen, (OLM 14).
  • El lector es uno en cada lectura. Excepcionalmente, podrá una lectura hacerse con la participación de varios lectores, con el fin de ayudar a la comprensión del texto con alguna dramatización, al modo de la lectura de la Pasión en Semana Santa.
  • Procurarán conocer bien los elementos de la amplificación para usarlos en forma adecuada y provechosa.

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